John Landis: el verdadero responsable del video que mató a la estrella de radio
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Cuando en 1981 MTV irrumpió en los hogares norteamericanos con el enigmático videoclip de “Video Killed the Radio Star” de The Buggles, lo que parecía una ocurrencia pop se convirtió en una profecía cumplida. La era del videoclip había comenzado, y con ella, la imagen pasó a dominar el sonido. Pero si hubo un momento que consagró de forma definitiva el poder del video musical como arte —y como herramienta comercial aplastante— fue el estreno de “Thriller” en 1983. Su artífice: John Landis.

Landis no fue un director cualquiera. Ya venía de éxitos cinematográficos como Animal House, The Blues Brothers y An American Werewolf in London, donde había demostrado un manejo virtuoso del humor negro, el ritmo narrativo y el horror con tintes de parodia. Era, en muchos sentidos, un cineasta posmoderno antes del término. Por eso Michael Jackson, siempre atento al espectáculo total, lo eligió para llevar a cabo un proyecto que rompiera los límites del videoclip convencional. Y Landis lo hizo: convirtió un videoclip en un cortometraje cinematográfico, con guion, prólogo, clímax, efectos especiales y una factura narrativa comparable al Hollywood clásico.
“Thriller” no solo cambió las reglas del juego. Las destruyó y escribió otras nuevas. Ya no se trataba de acompañar una canción con imágenes más o menos sugerentes, sino de crear una narrativa visual que se impusiera incluso por encima de la música. A partir de ahí, el videoclip ya no fue un suplemento, sino el corazón del consumo musical. Y detrás de ese cambio radical, más allá de Jackson o Quincy Jones, estaba Landis: un director que comprendió antes que nadie que la música del futuro se vería, no solo se escucharía.

La ironía —o la justicia poética— es que el director responsable de una de las comedias más físicas y anárquicas del cine estadounidense terminó siendo el arquitecto de la obra que asesinó simbólicamente a la radio como principal medio de descubrimiento musical. “Thriller” fue el parteaguas definitivo, y su estética —con influencias de la serie B, los musicales de los 50 y el horror universal— se convirtió en el estándar de la industria. Desde Madonna hasta Lady Gaga, pasando por Beyoncé y The Weeknd, todos beben del concepto “cinematográfico” del videoclip que Landis perfeccionó.
Pero también hay algo más profundo: Landis entendía que el videoclip debía ser narrativo, icónico y un poco delirante. El ritmo del montaje, la manera en que sincronizaba coreografía, maquillaje, efectos especiales y humor autorreferencial, lo convirtieron en el Stanley Kubrick del videoclip, sin la solemnidad. Elevó un producto efímero a la categoría de evento cultural. Y con ello, transformó la industria musical para siempre.

Mientras muchos atribuyen el asesinato de la era de la radio a la llegada de MTV o al impacto de los sintetizadores, la escena real del crimen ocurrió en un set de grabación donde John Landis dirigía a un ejército de zombis al ritmo de Michael Jackson. Y en esa fusión perfecta de cine, música, performance y horror pop, la estrella de la radio fue enterrada con pasos de baile.
John Landis, con su genio desbordado y su amor por el espectáculo total, no solo filmó un videoclip legendario. Firmó el acta de defunción de una era y dio nacimiento a una nueva forma de arte: el videoclip como cine, como identidad y como producto cultural masivo. Y aunque no lo haya planeado así, su legado sigue marcando cada vez que una imagen baila sobre una canción.