La reinvención del jazz de acuerdo a Quincy Jones
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Cuando Quincy Jones dio el salto de los clubes y estudios de jazz al universo del pop, muchos pensaron que se había “vendido”. Pero lo que en realidad hizo fue extender los principios del jazz —su elasticidad, su atención al detalle, su sentido de conversación colectiva— hacia un nuevo lenguaje masivo. Su llegada al pop no fue una traición, sino la culminación de su teoría: que el jazz podía vivir dentro de cualquier forma, siempre que mantuviera su espíritu libre.

En los años setenta, tras trabajar en la producción cinematográfica y televisiva, Quincy comenzó a concebir el estudio de grabación como un laboratorio de improvisación moderna. Allí ya no se trataba de tocar frente a una audiencia, sino de crear microcosmos sonoros donde cada elemento —un bajo de Louis Johnson, una cuerda de Jerry Hey, una voz de Patti Austin— cumpliera el papel de un instrumentista de jazz: responder, contraponer, crear tensión y resolverla.
El jazz, en su visión, no era un estilo, sino un modo de organizar la energía.
Todo eso alcanzó su punto más alto con Off the Wall (1979) y Thriller (1982), los dos discos que produjo para Michael Jackson. Detrás de su aparente perfección pop había una arquitectura jazzística. Quincy aplicó allí su dominio de la armonía modal, del fraseo rítmico y del “groove conversacional” —esa danza invisible entre bajo, batería y voz que es, en esencia, la respiración del jazz. Cada tema funcionaba como una pequeña sesión de improvisación guiada: Don’t Stop ’Til You Get Enough era funk en estado de trance, Human Nature se deslizaba como una balada cool, y Billie Jean tenía el pulso minimalista de un bajo de walking line reimaginado en clave electrónica.

Quincy no llevó el jazz al pop; llevó el modo de pensar del jazz al corazón de la música popular global. Y el resultado fue histórico: Thriller convirtió la sofisticación armónica y rítmica en cultura de masas. Su oído, formado en los bares donde tocaban Gillespie y Parker, había aprendido que la emoción no se sacrifica por la complejidad, sino que ambas pueden coexistir. Esa idea —el equilibrio entre la libertad creativa y la precisión artesanal— es lo que distingue su legado.
Más allá de los récords y los Grammys, Jones reinventó el jazz al demostrar que no se limita a una época ni a un formato. Que puede vivir en una big band o en un beat de batería electrónica, en una orquesta de Hollywood o en un coro gospel.
Su vida entera es una parábola sobre la evolución del jazz: del sonido acústico al eléctrico, del swing al funk, de la improvisación en vivo a la producción digital. Siempre con la misma brújula: el oído que escucha el futuro sin olvidar el alma del pasado.
En palabras del propio Quincy: “Si dejas de experimentar, estás muerto. Y el jazz nunca muere, porque nunca deja de experimentar.”



















