top of page

Keith Richards, la quintaesencia del rock’n roll

Keith Richards no es solamente un guitarrista: es una postura ante la vida, una manera de habitar el ruido y convertirlo en identidad. En él, el rock’n roll deja de ser un género musical para transformarse en una ética primitiva, casi chamánica, donde la repetición del riff funciona como un conjuro y la obstinación rítmica se vuelve destino.


ree


Desde sus primeros días en Dartford, cuando el blues importado desde Chicago era aún un secreto transmitido de mano en mano, Richards entendió algo esencial: el rock no se construye desde la destreza, sino desde la insistencia. Sus riffs no buscan exhibición técnica; buscan permanencia. Satisfaction, Jumpin’ Jack Flash, Gimme Shelter o Brown Sugar no avanzan, se clavan en el oyente como un mantra eléctrico, una verdad simple y brutal que se repite hasta volverse inevitable.

ree

Ahí radica su grandeza. Keith toca como si cada acorde fuera el último, pero también como si hubiera existido siempre. Su famoso open G tuning, con una cuerda menos y una convicción de más, es la metáfora perfecta: reducir para amplificar, despojar para encontrar el núcleo. En un mundo obsesionado con el virtuosismo, Richards eligió la economía expresiva; mientras otros corrían hacia el futuro, él cavaba hacia el origen.


Su relación con Mick Jagger funciona como una tensión clásica, casi literaria: cuerpo y sombra, exhibición y subsuelo. Jagger es el espectáculo; Richards, el cimiento. Sin Keith, los Rolling Stones serían una gran banda. Con él, se convirtieron en una institución cultural, en el último gran relato vivo del rock’n roll como fuerza peligrosa, sensual y desobediente.


Pero la quintaesencia de Richards no está solo en la música, sino en su resistencia al tiempo. Sobrevivió a excesos que habrían destruido mitologías enteras, y en ese proceso se volvió un símbolo incómodo: la prueba viviente de que el rock no prometía redención, sino continuidad. No moralizó su caída ni romantizó su oscuridad; simplemente siguió tocando. Como el blues que lo formó, su arte no pide permiso ni perdón.


ree

Keith Richards encarna el rock’n roll en su estado más puro porque nunca intentó redefinirlo. Lo sostuvo. Lo cargó sobre los hombros durante décadas, con las manos curtidas, los acordes sucios y una sonrisa ladeada que parece decirnos que todo esto —la fama, el ruido, la leyenda— no es más que una excusa para volver al riff inicial.


Y mientras exista alguien que crea que tres acordes bien tocados pueden explicar el mundo, Keith Richards seguirá ahí: afinando mal, tocando justo, recordándonos que el rock’n roll no se aprende… se sobrevive.



 
 
Productos Rock 101.png
Transmisión en vivoRock 101
00:00 / 01:04

Rock 101 Newsletter

Sé el primero

Genial! Te mantendremos actualizado

© 2025 por Rock101. creado por imandi

  • Instagram Rock101
  • YouTube Rock101
  • Facebook Rock101
  • Twitter Rock101

Media Kit

Anúnciate con nosotros

Contáctanos

bottom of page