Matt Johnson y The The: el alma inquieta del pop intelectual
- Desde la edición

- 16 ago
- 3 Min. de lectura
En el vasto panorama de la música británica de los años 80 y 90, pocos artistas han logrado mantener una identidad tan coherente, compleja y, al mismo tiempo, esquiva como Matt Johnson, mente y corazón detrás de The The. Más que una banda, The The ha sido siempre un vehículo personal, un laboratorio sonoro y emocional donde Johnson ha destilado sus obsesiones: la política, la alienación urbana, el deseo, el desencanto, y la constante búsqueda de significado en un mundo saturado de información y vacío de certezas.

Aunque The The había empezado como un proyecto experimental a finales de los setenta, fue en 1983 con Soul Mining cuando Johnson reveló su singular voz artística. El álbum no se ajustaba a los patrones estrictos del synth-pop dominante: usaba sintetizadores, sí, pero con una calidez y una densidad emocional que desbordaban los límites del género. Canciones como Uncertain Smile o This Is the Day combinaban estructuras pop con una profundidad lírica poco frecuente, mezclando confesión íntima y comentario social. Desde el inicio, Johnson dejó claro que no buscaba ser simplemente un narrador de su tiempo, sino un crítico apasionado del mismo.
En 1986, Infected llevó su compromiso y ambición un paso más allá. Fue concebido no solo como un álbum, sino como una obra audiovisual completa: cada canción tenía su propio cortometraje. Aquí, Johnson afiló su pluma contra el capitalismo salvaje, la política internacional y la decadencia cultural, en una época marcada por Thatcher y Reagan. Musicalmente, el disco navegaba entre el funk oscuro, el rock, la electrónica y el pop, siempre con una tensión casi cinematográfica. No era música de evasión; era un espejo incómodo y, a veces, un megáfono furioso.
A finales de los ochenta y principios de los noventa, Johnson llevó a The The a un terreno más rock, reclutando a músicos como Johnny Marr (ex The Smiths) para Mind Bomb (1989). En este trabajo, el discurso se volvió más espiritual y filosófico, explorando la religión, la fe y el vacío existencial, con una intensidad que rozaba lo profético.

En Dusk (1993), las letras se tornaron más íntimas, pero igual de inquietantes: amor, pérdida, violencia y la fragilidad de la vida se entrelazaban en melodías melancólicas, sostenidas por arreglos sobrios y directos.
Parte del magnetismo de Johnson proviene de su rechazo a plegarse a las reglas de la industria. Tras NakedSelf (2000), se apartó de la grabación de álbumes convencionales durante casi dos décadas, dedicándose a bandas sonoras y proyectos puntuales, y apareciendo esporádicamente en conciertos. No se trata de un retiro, sino de una resistencia a la velocidad y superficialidad del consumo cultural contemporáneo.
Cuando Johnson regresó en 2018 con la gira Comeback Special y el álbum en directo The Comeback Special (2021), no lo hizo como un artista que vive de la nostalgia, sino como alguien que mantiene intacta su relevancia. Sus canciones, aunque escritas décadas atrás, siguen resonando porque tratan de la misma ansiedad, manipulación mediática y desconexión emocional que marcan el presente.
Matt Johnson y The The encarnan una rara alquimia: música accesible y profundamente reflexiva, pop que invita al baile y al pensamiento crítico, melodías memorables y mensajes incómodos. En una industria obsesionada con la inmediatez, Johnson sigue siendo un cronista paciente y lúcido de la condición humana. Su obra demuestra que el pop no tiene por qué elegir entre ser arte o entretenimiento: puede y debe ser ambas cosas, con toda la intensidad y complejidad que eso implica.



















