El controvertido e influyente Roman Polanski
- Desde la edición
- hace 8 minutos
- 3 Min. de lectura
La figura de Roman Polanski es una de las más controvertidas en la historia del cine. A lo largo de más de seis décadas, ha transitado entre la genialidad artística y el escándalo público, construyendo una filmografía que se estudia en escuelas de cine de todo el mundo mientras su vida personal se ha convertido en un territorio minado de tragedias, acusaciones y juicios mediáticos. Su biografía es, en sí misma, un espejo de las tensiones del siglo XX y XXI: el arte frente a la moral, la genialidad frente a la condena social.

Nacido en París en 1933 de padres judíos polacos, Polanski creció en una Europa desgarrada por la Segunda Guerra Mundial. La deportación de su madre a Auschwitz y la persecución constante marcaron su niñez. Sobrevivir al Holocausto dejó en él un sentido agudo del desarraigo y de la fragilidad humana, temas que más tarde aparecerían con fuerza en su cine, especialmente en El pianista (2002), donde recreó la supervivencia de un músico judío en el gueto de Varsovia.
Polanski comenzó su carrera en Polonia con cortometrajes experimentales que ya denotaban su estilo inquietante y obsesivo. Con Knife in the Water (1962) llamó la atención internacional por su claustrofóbica exploración de los celos y el poder. Su traslado a Francia y luego a Inglaterra lo consolidó con películas como Repulsion (1965) y Cul-de-sac (1966), y alcanzó un éxito masivo en Hollywood con Rosemary’s Baby (1968), considerada una obra maestra del terror psicológico. En ese momento, Polanski parecía destinado a convertirse en uno de los grandes narradores del cine moderno.

Su vida dio un giro devastador en 1969, cuando su esposa, la actriz Sharon Tate, embarazada de ocho meses, fue brutalmente asesinada por miembros de la secta de Charles Manson. El crimen conmovió a la opinión pública y marcó para siempre a Polanski. A partir de entonces, su cine adquirió un tono aún más oscuro, cargado de paranoia y violencia, como puede verse en Macbeth (1971) y, más tarde, en Chinatown (1974), su gran contribución al cine estadounidense y una de las películas más influyentes del siglo XX.
En 1977, Polanski fue arrestado en Los Ángeles acusado de mantener relaciones sexuales ilícitas con una menor de 13 años. Aunque se declaró culpable de un cargo reducido en un acuerdo judicial, huyó de Estados Unidos antes de recibir sentencia, alegando que el juez modificaría los términos del acuerdo y lo enviaría a prisión de forma desproporcionada. Desde entonces, Polanski ha vivido entre Europa y otros países donde ha seguido trabajando, protegido por la imposibilidad de extradición en varias jurisdicciones. Este episodio marcó un antes y un después en su reputación: para algunos, es un fugitivo de la justicia que nunca debió seguir trabajando; para otros, un artista cuya obra no puede reducirse a sus actos personales.
A pesar del estigma, Polanski ha continuado filmando obras de gran relevancia. El pianista le valió la Palma de Oro en Cannes y el Óscar a Mejor Director en 2003, aunque no pudo asistir a la ceremonia por su situación judicial. Obras posteriores como El escritor (2010) y La Venus de las pieles (2013) muestran que su capacidad narrativa permanece intacta. Sin embargo, en los últimos años su figura ha sido cada vez más rechazada por sectores de la industria cinematográfica y por el movimiento feminista global, que ha reabierto el debate sobre el lugar de los creadores acusados de delitos graves en la vida cultural.

La vida y carrera de Polanski encarnan una de las discusiones más difíciles del arte contemporáneo: ¿es posible separar la obra del artista? Su cine es fundamental para entender el lenguaje moderno del suspense, la tensión psicológica y la exploración de la violencia. Sin embargo, sus crímenes y la huida de la justicia no pueden ser ignorados. La controversia que lo rodea no parece tener solución fácil: cada premio, cada estreno, cada reconocimiento reaviva la herida.
En última instancia, Roman Polanski es un caso ejemplar de cómo la genialidad y la transgresión conviven en la misma persona, y de cómo la sociedad lucha por equilibrar el valor artístico con la exigencia de justicia. Su nombre seguirá siendo discutido mientras el cine exista, como un recordatorio incómodo de que el arte puede ser sublime, incluso cuando su creador carga con sombras imposibles de borrar.
